Un día de febrero o principios de marzo, ya era noche cerrada, salgo afuera. Allí, junto a las escaleras, veo unos ojos que me miran fijamente. Aquella mirada me sonaba tanto, pero, ¿cómo iba a ser ella si había fallecido?
A los pocos días, una vecina nos cuenta que esta gata ( Katúa) anda por su casa, junto a su cría, una gatita también. Me alegré de saber que el cuarto gatito estaba vivo, ya que lo había perdido de vista unos días antes de que su hermanas ( Brisa, Anís y Minnie) se estableciesen definitivamente en mi casa.
Unos días después, aparece de noche por casa en busca de comida. Un día intento que se acerque a comer hasta un sitio que esté iluminado para comprobar que efectivamente es ella y veo que está preñada.
A finales de marzo, y después de unos días ausente, regresa a casa y veo que ya no tiene barriga. Y me empiezan a surgir sentimientos encontrados. Por un lado, deseaba que no me trajese a los gatos, pero por otro lado si esa camada no me la traía, había riesgo de que me tocase en otra ocasión.
Así que la solución pasaba por la castración, pero ya no sólo estaba la cuestión económica, sino en cómo iba a capturarla. Era una gata feral, huidiza, que no quería nada con nadie y hacerlo con el transportín se podría convertir en una odisea.
Cada vez que venía a desayunar o cenar, le dedicaba un tiempo con el fin de ir ganándome poco a poco su confianza. Tenía que darle razones para que siguiese viniendo a casa y que fuese todo lo menos estresante para ella el día de la captura.
Un buen día y para saber si llegado el momento podría contar con la ayuda de una jaula trampa, decidí escribirle a una protectora muy conocida en la zona. Es de perros, pero por escribirles no perdía nada. Me derivaron a otra protectora, que ésta sí es para gatos. Aquí me respondieron que me ayudarían con una jaula trampa - en caso de que la necesitase- y que me cubrirían la castración y que le escribiese al cabo de dos meses.
Mientras tanto, Katúa cada vez se acercaba más a mí. Incluso llegamos a sospechar que igual tenía su camada en una casa abandonada, algo que confirmamos cuando el dueño nos dijo que había encontrado un gatito de un mes de vida ( este gato lo cogió y parece que lo ha dado a otra persona).
Katúa, el día que le llevé de comer a esa casa (19 de mayo de 2023)
La duda que quedaba era si había más gatitos; así que un día fui hasta esa casa y me la encontré en el camino. Regresé a casa y le llevé de comer. Tanto fue su agradecimiento que hasta me rozó su cabeza con la mía, pero de los gatitos ni rastro.
No me acuerdo si fue ese mismo día o fue otro, al atardecer, vimos como Katúa iba por el tejado de esa casa abandonada y al poco salieron tres peluditos. Parecían todos de color negro.
Ahora tocaba esperar y ver qué hacía con ellos.
Presentación de los gatos
El 2 de junio llegó la respuesta. Llego a casa y me informan que habían visto unos gatitos debajo del hórreo. No es hasta el 4 de junio cuándo los veo por primera vez a poca distancia. Y a partir de ahí, se establecen en la leña que teníamos almacenada debajo del hórreo.
Los tres peques debajo del hórreo (10 de junio de 2023)
Ya les había escrito a finales de mayo, pero vuelvo a escribir a la protectora para ir planificando la castración de Katúa.
Mientras tanto, empiezo con la socialización de estos tres peques. Poco a poco, me voy ganando su confianza y se van dejando tocar. El primero, fue Asher, luego Venus y Morfeo fue el más rezagado. Creo que el hecho de que su madre se dejase tocar, ha contribuido a que ellos consideraran que era persona de fiar.
Pasados unos días, descubro que algunos tienen un bulto en la barriga. Al ser de color negro, me resultaba muy difícil distinguirlos.
Venus (14 de junio de 2023)
Pasan los días y la respuesta de la protectora no da llegado.
No sólo hay que castrar a la madre, sino que hay preparar a los peques para darlos en adopción y para eso necesitan aprender a hacer sus necesidades en un arenero, a sentirse en algo lo más parecido a un hogar. Y cómo en el hórreo se sentían seguros e incluso entraban dentro, pues qué mejor sitio para habilitarles una especie de minipiso, que además me vendría muy bien para que su madre se fuese acostumbrando a estar en sitios cerrados y familiarizándose con el transportín, por si finalmente tenía que capturarla sin jaula trampa.
15 de junio, todo se tambalea
Llegamos al 15 de junio. Es por la mañana y entro en Instagram. No me puedo creer lo que estaba viendo: la clínica cambia de horario del 29 de junio al 31 de julio, pasando a atender sólo de 09:30 a 16:00 horas. Esto me trastocaba lo que tenía previsto. Mi idea era, que de tener que encargarme de todo, hablar con la clínica y llevarla el día anterior por la tarde para que pudiese hacer el ayuno en condiciones.
Esperar a agosto era correr mucho riesgo, así que les escribo pidiendo consejo y me dicen que intente cogerla y cuando la tenga, que se la lleve y que ya la operarían en cuanto tuviesen un hueco.
Me enfrentaba a un reto, del que estaba todo por hacer y tenía muy poco días para llevarlo a cabo.
Después de muchos años sin entrar en el hórreo y de unas cuantas horas de limpieza, empiezo a acostumbrarlos a ponerles de comer dentro del hórreo y a su madre le pongo el plato en el transportín sin la parte superior. Y para que los peques no se desperdigaran durante la ausencia de su madre decido comprar una jaula, que por suerte me llegó ese mismo sábado, 17 de junio.
Llega el lunes 19, por la mañana, y me lanzo a la aventura. En mi cabeza se hace una película catastrófica, pero pongo el transportín completo, echo una cuchara con comida dentro, Katúa entra dentro, cierro la tapa, pongo una toalla encima y para mi sorpresa, allí reina la tranquilidad. No me lo podía creer.
Marcho con ella para la clínica y el martes, 20 de junio, ya la operaron. Y de paso que fui a por ella para traerla para casa, llevé a los peques a su primera revisión veterinaria. El bultito en la barriga era una hernia umbilical, algo que ha quedado resuelto el mismo día de la operación de la castración.
Katúa, en la jaula haciendo su postoperatorio ( 21 de junio de 2023)
Ya en casa, Katúa pasó un día en la jaula para que se recuperase bien del posoperatorio. Y también contra todo pronóstico, cuando salió fue cómo que no había pasado nada. Estaba siempre cerca del hórreo y, por la noche, quedaba con los peques dentro del hórreo. Desde hace unos meses, ya no duerme con ellos, pero a finales de marzo vi que tenía la parte superior del ojo derecho muy enrojecida. Así que la tuve encerrada en la jaula durante unos cuantos días y ahora intento que vuelva a quedar en la jaula por las noches. De momento, no me está guardando rencor.
Puse a los peques en adopción, pero nadie se ha interesado por ellos, así que llegó un momento en que dejé de intentarlo.
Venus y Asher, en la entrada de su casa tomando el sol (06 de enero de 2024)
Y así es cómo un hórreo se convirtió en el hogar de una gata y sus tres hijos, que el pasado 30 o 31 de marzo cumplieron su primer año de vida. Aquí tienen sus areneros, su comida y sus camitas. Aunque no sea el hogar más cool para unos gatos, hago todo lo posible para que sea lo más acogedor para ellos. Y lo más importante, me permite que queden protegidos y sin acceso al exterior por la noche, que esto da una enorme tranquilidad en el día a día.
A día de hoy, Morfeo, Venus y Asher son unos más de la familia. Ellos se han integrado, fueron aceptados y, aunque no sea todo de color de rosa, la convivencia es bastante buena entre ellos. Algo que no sucede con Katúa, ya que Makki, Leo y Alma no la aceptan. Por eso intento que cada vez que que le llevo el desayuno o la cena, estén en casa.
Los gatos de Alberta: reflexiones, preguntas y respuestas ( parte III)